Reflexiones en el 4ª Domingo de Cuaresma y algunas informaciones importantes

    En estas semanas nuestras agendas se han visto radicalmente transtornadas por la pandemia que está sufriendo España y gran parte del mundo. Continuamente nos sentimos invitados a rezar con más fuerza y a colaborar desde nuestras casas, con nuestro trabajo y según nuestras posibilidades en favor del mayor bien común. Nos toca vivir una Cuaresma y hasta una Semana Santa muy especiales, como hasta ahora no habíamos vivido (al menos por circunstancias similares a las actuales). En estos momentos no estamos solos; por el contrario, somos y tenemos que sentirnos Iglesia más que nunca. Una Iglesia de manera especial en y desde nuestras casas y nuestros puestos de trabajo (ahora mucho más desde casa), porque la familia es la Iglesia doméstica, es célula fundamental de la Iglesia y de la sociedad.
   Estamos llamados a unirnos espiritualmente a las grandes iniciativas de la Iglesia. No podemos llenar nuestros templos, pero sí ser de verdad auténticos templos de Dios, piedras espirituales que conforman el Templo de Dios. El Papa y otros organismos de la Iglesia han establecido algunas disposiciones muy importantes en estos días referentes a la confesión directa con el Señor, en espera de la confesión sacramental cuando se pueda; a las indulgencias que se aplican a los enfermos de coronavirus, sus familiares y los sanitarios que los atienden, etc. Pueden encontrar información en los siguientes enlaces:
    

    
    El Papa también ha anunciado durante el rezo del Ángelus de este domingo que impartirá una Bendición Urbi et Orbi extraordinaria el próximo viernes 27 de marzo a las 17:00 horas (hora canaria), después de un acto en el que se leerá la Palabra de Dios y se expondrá el Santísimo Sacramento en el atrio de la Basílica de San Pedro. Dicha bendición permitirá recibir la indulgencia plenaria. En este sentido, el Papa insiste mucho en la universalidad de la oración por parte de todos los cristianos (no sólo los católicos, sino también los de las demás Iglesias y confesiones cristianas) y, en esa misma línea, nos ha pedido que recemos varias veces al día el Padrenuestro y que lo hagamos todos juntos el miércoles 25 de marzo (solemnidad de la Anunciación de Nuestra Señora y de la Encarnación del Señor) a las once de la mañana (mediodía en Roma). Más información en este enlace:


    Por otro lado, quisiera compartir con ustedes unas líneas de reflexión a partir de la Palabra de Dios de este domingo. Estamos en el corazón de la Cuaresma, en los domingos centrales de la misma. El domingo pasado contemplábamos el encuentro de Jesús con la samaritana, y hoy hemos contemplado el encuentro del Señor con un ciego de nacimiento y la curación del mismo. No podemos entrar en todos los detalles del texto, que es muy rico en ese sentido. Pero sí conviene fijarnos en sus enseñanzas fundamentales: Jesús es la luz del mundo, y los cristianos somos luz por el Señor (Evangelio de san Juan), por lo que debemos vivir como hijos de la luz (Carta de san Pablo a los Efesios).
   Jesús hizo que el ciego de nacimiento recuperase su dignidad humana en medio de su gente. Este hombre fue descubriendo que quién lo había curado era el mismo Señor, el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús lo liberó no sólo de su carencia, sino en la totalidad de su persona. Aquel ciego descubrió la luz de la fe en el Señor.
   A raíz de este signo de Cristo, también nosotros somos invitados a saber discernir la voluntad de Dios; a buscarlo en medio de nuestras tinieblas, dificultades e incertidumbres (como las que ahora estamos experimentando ante la situación creada por el coronavirus); a dejarnos iluminar por su Palabra y a dejarnos guiar por Él, que es el Buen Pastor (como hemos proclamado en el salmo responsorial de hoy). Nuestra fe es siempre, debería ser siempre, un proceso de crecimiento interior hacia el encuentro definitivo con la Luz divina. Al mismo tiempo, somos pequeñas luces para el mundo, a nuestro alrededor. Los creyentes, reconociendo que Jesús purifica nuestra mirada, nos convertimos en faros que proyectamos a nuestro prójimo "toda bondad, justicia y verdad". ¿Nos dejamos iluminar por el Señor?, ¿en qué podemos ser luz, más luz, para los demás? 

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