Reflexiones e informaciones en el Domingo de la Santísima Trinidad

    Una semana después de haber terminado el tiempo de Pascua con la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia celebra hoy el mismo Misterio de Dios, que se nos ha revelado como Uno y Trino. A lo largo de nuestra vida invocamos a menudo a la Santa Trinidad en la celebración de los sacramentos, cuando nos santiguamos, en las bendiciones que recibimos; en tantas ocasiones que muchas veces ni nos acabamos de percatar de todo su alcance. Hoy mismo, en la segunda lectura (2 Corintios 13,11-13), leemos que san Pablo empleaba una expresión trinitaria que con cierta frecuencia se usa como uno de los saludos iniciales de la misa: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios (Padre) y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros". Nuestra vida creyente está envuelta en el Misterio santo y nos viene bien recordarlo y celebrarlo especialmente un domingo cada año.
  Desde los primeros libros del Antiguo Testamento vamos descubriendo cómo el Señor se va revelando a su pueblo de manera progresiva. Así, en la primera lectura de hoy (Éxodo 34,4b-6.8-9), el Señor se manifiesta a su amigo Moisés, que ha subido al Monte Sinaí (lugar privilegiado de encuentro con el Misterio), y lo hace como "Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad". Esto ocurre precisamente después de que el pueblo hebreo cayera en la idolatría fabricando un becerro de oro y adorándolo, pecado que de diversas formas se repetiría con cierta frecuencia a lo largo de la historia. A pesar de las infidelidades del pueblo a la Alianza de Dios con él, significada en las tablas de la Ley (los Diez Mandamientos), Dios sigue siendo fiel y ofreciendo a su pueblo oportunidades de salvación, de arrepentimiento, pues no le gusta castigar. Por eso, Moisés le suplica una y otra vez por su pueblo con tendencia a la duda, a la desconfianza, a la rebeldía, al olvido de Dios y de sus acciones maravillosas. Esa fidelidad de Dios llegaría a su máxima expresión en la Persona de Jesucristo, el Fiel por excelencia, el que se entregó y murió por la salvación de la humanidad pecadora.
     En efecto, situándonos ya en el evangelio, el texto que hemos proclamado hoy (Juan 3,16-18) nos presenta a Jesús en un diálogo profundo con el fariseo Nicodemo. Este era un judío piadoso que buscaba honestamente la verdad y que por eso acudió a Jesús, que se le revela como el Hijo amado de Dios, que es entregado por el Padre -y Él se entrega libremente- para que los creyentes en Él vivan eternamente. En este sentido, si quisiéramos encontrar una definición adecuada para el Misterio divino, la mejor sería la que nos ofrece la primera carta de san Juan: "Dios es amor" (1Jn 4,8). Por eso, en el evangelio se nos asegura que la venida del Hijo al mundo es la realización de este amor salvífico e ilimitado de Dios. La llamada principal que recibimos es tener fe, crecer en la fe, acompañada por la esperanza y el amor, las tres grandes virtudes teologales.
     Por tanto, nuestro Dios se nos ha manifestado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este procede del Padre y del Hijo y es el Amor en persona, fuente de toda vida, de toda gracia. Dios es en Sí mismo una comunión profundísima y eterna. De esta comunión con el Dios del amor y de la paz la Iglesia lo recibe todo. De hecho, la Iglesia -como afirman algunos teólogos- es "icono de la Trinidad", es decir, imagen y reflejo del Misterio divino. Por eso está llamada a ser cauce y fuente de comunión entre todos los cristianos y hacia la humanidad. Pidamos vivir siempre inmersos en ese amor y ser portadores de amor a nuestro alrededor. El Dios Trinidad nos invita a renovar toda vida y a crear comunión, a levantar puentes en vez en muros, a favorecer el diálogo y los caminos de encuentros con lo diverso.
      En esta línea, hoy recordamos en especial a los monjes y monjas contemplativos, de clausura, pues dedican su vida a la contemplación del misterio de Dios, a una oración profunda por todo el mundo. Recemos por los monasterios, por sus vocaciones, en especial los de nuestra diócesis. Necesitamos a la vida contemplativa. Ellos y ellas oran mucho por nosotros.


       
    


      
     Por otro lado, entre las informaciones importantes de estos últimos días, reflejamos aquí que nuestro obispo ha escrito una carta, <<Caminando hacia una "nueva normalidad">>, que puede leerse en el siguiente enlace:
 



     
       Compartimos también aquí una información de inicios de este mes de junio sobre el primer impacto de la crisis originada por el Covid-19 en las familias acompañadas por Cáritas. Puede verse en este enlace:



    Justamente en este primer domingo del mes de junio hemos realizado la colecta para Cáritas. Recordamos que también es posible colaborar con Cáritas Diocesana de Canarias a través de su web: https://www.caritas-canarias.org/da_luz/. También mediante el código Bizum: 38068 o transferencia bancaria (Banco Sabadell Atlántico): ES39 0081 7721 2100 0100 7801.

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