Reflexiones en el Domingo XII del Tiempo Ordinario

  Después de haber celebrado la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, retomamos en este pasado domingo el ritmo habitual del llamado "Tiempo Ordinario" en la liturgia, que durará hasta final del próximo mes de noviembre (cuando terminará el año litúrgico). Seguiremos el evangelio de san Mateo, el que corresponde a este ciclo. 
   En este domingo XII hemos leído Mt 10,26-33. La llamada central que nos hace Jesús es mantener la confianza en medio de las dificultades e injustucias que pueden presentarse en nuestra vida. De hecho, cuando san Mateo escribe su Evangelio las primeras generaciones de cristianos ya estaban sufriendo diversas persecuciones por parte de los que no aceptaban la nueva fe. Era normal en esas circunstancias que los cristianos sintieran miedo e incluso la tentación de renunciar a sus principios para evitar la muerte -el martirio- u otros castigos muy serios. La presión social y legal que se ejercía sobre muchos de ellos era muy fuerte. En realidad, lamentablemente sigue existiendo la persecución anticristiana también en la actualidad en diversos países. Por tanto, el mensaje de este relato evangélico sigue manteniendo toda su vigencia.
   Así pues, Jesús les insiste en que sean fuertes y valientes. Hasta tres veces repite en este texto: "No tengáis miedo". Bien sabe el Señor que somos humanos, que nos equivocamos, que no siempre sabemos tomar las mejores decisiones, que somos débiles y que necesitamos la ayuda divina. Jesús no nos pide que seamos totalmente inmunes al miedo, sino que no permitamos que el temor sea el motor de nuestra vida.
   Por otro lado, el hecho de que los creyentes experimenten miedo por ser fieles a sus convicciones no es exclusivo de la Iglesia, pues ya hemos leído en la primera lectura de este domingo (Jeremías 20,10-23) que el profeta Jeremías sufrió mucho la incomprensión y la soledad a causa de la misión que Dios le había encomendado. Fue duramente acusado y su vida peligró seriamente a veces, pues hasta los que parecían amigos llegaron a rechazarlo y perseguirlo. A pesar de sus miedos y de la tentación de "arrojar la toalla" (de renunciar a su misión profética), triunfó en él la convicción de que Dios lo protegería y no dejaría de hacer justicia al inocente que escucha la voz del Señor y practica su voluntad. Dios ayuda, es un Dios liberador, que siempre lucha contra la opresión y la injusticia.
   Así pues, hemos visto que en Jeremías y en Jesús vence la confianza en Dios y en su providencia sobre todo temor. La verdad se termina imponiendo, más tarde o más temprano. Los discípulos del Señor estamos en manos de Dios, que cuidará de nosotros mucho más que de los pájaros o de nuestro cabello, como refiere el evangelio de hoy. Es esencial mantener la libertad interior, la fe, las propias convicciones (bien formadas desde la Palabra de Dios, claro está), porque los perseguidores no podrán matar el alma, si estamos convencidos de lo que creemos y lo que anunciamos. El Señor es nuestro mejor Abogado.  
   En definitiva, hoy se nos invita a mantener la confianza y la esperanza, e incluso a incrementarlas. Las dificultades exteriores pueden aparecer de un modo u otro, como sería la falta de libertad religiosa, la discriminación, las críticas o burlas recibidas, etc. Pero también podemos experimentar dificultades interiores, derivadas de que a veces ponemos trabas al amor ofrecido por Dios, y nos acobardamos, pensando que el mal es más fuerte que el bien; a veces también nos puede limitar nuestra mediocridad, nuestro miedo a comprometernos (o comprometernos más a fondo). Frente a todos los miedos y trabas existentes, Cristo, el Hombre Nuevo, nos ayuda a mantener las convicciones y el compromiso cristianos si nos abandonamos a Él y confiamos en su amor. 

 

Comentarios