COMENTARIOS EN EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA (7 de marzo de 2021)
Nos encontramos prácticamente en la mitad del tiempo de Cuaresma y seguimos acompañando a Jesús en su camino hacia la Pascua, hacia la celebración de su Muerte y Resurrección. En este itinerario de llamada a la conversión, la primera lectura de este tercer domingo (Ex 20,1-7) nos presenta un episodio muy importante en la historia del pueblo judío en su relación con Dios: la revelación del Decálogo (los diez mandamientos de la Ley) por medio de Moisés. No podemos olvidar que Dios ha querido establecer alianza con el pueblo hebreo, un pacto que Él busca restablecer y renovar en determinados momentos, precisamente para seguir ofreciendo lo mejor a los israelitas. En efecto, Dios siempre se muestra fiel, pero el pueblo no le corresponde igualmente en bastantes ocasiones. Sin embargo, los mandamientos son caminos de vida y bendición. Su finalidad es orientar al pueblo para que disponga su existencia de la manera más ordenada y beneficiosa posible, en orden a conseguir y a garantizar la felicidad. No son una coacción a la libertad humana, sino indicaciones para ejercerla de buena forma, con buen fin. Los mandamientos no son un yugo impuesto, sino el modo más humano y más pleno de vivir. En esta misma línea, el salmo 18 nos ha recordado que solo el Señor tiene palabras de vida eterna.
Por otro lado, el evangelio (Jn 2, 13-25) nos muestra a Jesús expulsando a los vendedores del templo de Jerusalén. Él veía con dolor que la casa de su Padre se estaba convirtiendo en un mercado, lo cual suponía una perversión de la auténtica religión. En realidad, Jesús no quiso actuar contra el culto -que se basaba en gran medida en sacrificios de animales, que había que adquirir y ofrecer-, sino contra el peligro de especulación y engaño en torno a ese culto religioso. Este episodio sirve al evangelista para mostrar que Jesús es el verdadero Templo de Dios, porque Él mismo se ofreció en la Cruz como Sacrificio válido para siempre por nuestra salvación. Por eso aparece el anuncio simbólico de su futura pasión y muerte ya desde el principio del evangelio. Los judíos de entonces, tampoco sus discípulos, lo entendieron en aquel momento; sus discípulos más tarde sí comprendieron el sentido de las palabras del Señor.
Además, la segunda lectura (1 Cor 1, 22-25) nos recuerda que el criterio del cristiano debe regirse por Cristo crucificado, que en su día fue calificado como necedad por los paganos y considerado un escándalo por los judíos (hablando en términos generales). Sin embargo, para nosotros Cristo es la máxima manifestación de la fuerza y la sabiduría de Dios. Frente a la dinámica tantas veces dominante del tener, el poder y el controlar, que marca en gran medida el mundo, san Pablo nos indica que el camino del cristiano es el de un despojamiento de todo aquello que nos aleja de Dios. También nosotros tenemos que echar fuera -como Jesús hizo en el Templo- cualquier intento de vivir la fe con criterios mundanos. Reconozcamos nuestra pequeñez y que sin Cristo no podemos vivir, pues Él es el centro auténtico de nuestra existencia.
Por otro lado, anunciamos que el próximo viernes 12 de marzo haremos un viacrucis después de la misa.
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